sábado, 3 de julio de 2010
Algo dentro de mi ser me atormenta constantemente, lo llamaré conciencia. El dolor es intenso, cada milésima de segundo cobra más fuerza. No se rinde, lucha por lo que quiere, me quiere a mí. Las manecillas del reloj dan vueltas y vueltas sin parar, el tiempo vuela a mis pies. Mi voz quiere hacer acto de presencia, pero no puede, tiene miedo. Noto los brazos del frío rodeando mi cuerpo, me roza, trata de atraparme. Quiero huir, irme lejos de aquí y, tal vez, dejarlo todo atrás. Pero no puedo, aún sigue viva en mí la misma pequeña niña asustadiza. Ojalá pudiera preocuparme sólo de mí, ser egoísta, más aún. Tener en mis manos una varita mágica con la cual borrar mi mente en cada mal acto cometido, aunque esto no sirviera de mucho puesto que volvería actuar igual a la primera de cambio. Me gustaría ser libre, volar alto, bien alto, más allá de las estrellas. Dejar que las ilusiones invadan mi alma por completo, emocionarme y disfrutar de ellas. Tener mi pequeño paraíso en mis manos, ser la única poseedora de él. No quiero ser como el resto de los humanos; quiero ser diferente, única. Intento ser oportuna, decir cada cosa a su debido tiempo y de la manera más clara y precisa. Eso intento… Parece ser que sólo se queda en eso, un intento fallido. En ocasiones no puedo evitarlo, no puedo controlarme; soy como una bomba que está a punto de explotar y nada más puede hacerse, todo está firmado y sellado de antemano. Por mucho que intente arreglar uno a uno cada pedazo que rompiste de mi corazón, no logro conseguirlo. Tanto dolor y decepción junto no es bueno, por eso, mi alma se muere poco a poco.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)


No hay comentarios:
Publicar un comentario